El calor llega

Andreu Abuín en París
Publicado el 15/06/2007

El calor parece que llega. En París nunca se sabe. Mañana puede empezar una ola de calor como hace dos días el agua arrasaba jardines, ciudades. La lluvia arrancaba las ramas de los árboles acabando con la vida de algún transeúnte como mañana el calor sofocará a otros hasta la muerte.

El calor, el derroche de energía del fuego solar que en ocho minutos luz nos despierta, nos inunda, nos aniquila. El Sol, nuestra única estrella, nuestro único consuelo, nuestro único dios. De Él nos viene el mensaje, de Él la salvación.

El calor, enorme vacío repleto, magno magma en el que nuestras certitudes dejan de serlo, se difuminan, se eclipsan. El pensamiento se evapora, la piel toma el relevo: pensamiento físico, táctil, dúctil. El calor, eterna fuente de vida que la aniquila, la reseca, la hunde en su propio entusiasmo malsano.

El calor parece que llega, a París.

Ficción

    Tu recuerdo

    Andreu Abuín
    Publicado el 14/06/2007

    En el pasado todo fue similar.
    Migración, sedentarización, mentira, mito y devoción.
    Yo soy gitano.

    Las estrellas siguen brillando, aunque nuestra arrogancia nos impida verlas.
    Hoy también hay senderos, aunque las autopistas nos veten el paso.

    Algunos siguen buscando un motivo a escala humana.
    Otros siguen adorando la ignorancia como único dios.

    La memoria no existe, como tampoco el pasado y ni siquiera su recuerdo.
    El presente es tan insignificante como el instante en el que morimos; todo es humo, humo sin fuego.

    Laura me ha dicho que ayer, en Madrid, llegaron a los treinta y ocho grados.
    Laura adora Madrid.
    Me mira y me guiña un ojo mientras nos despedimos, quizá para siempre.

    El pasado no existe y ella aun menos.

    Ficción
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    Mi idea no es

    Andreu Abuín
    Publicado el 11/06/2007

    Mi idea no es permanecer en este mundo más de lo estrictamente necesario, o mejor dicho conveniente, o mejor aun deseable. No entiendo la búsqueda de la inmortalidad, no la comparto. La vida, creo yo, es una sucesión de estadios diferenciados por la experiencia.

    La vida es una iniciación mistérica que comporta diferentes grados. Esos grados están compuestos de diferentes fases fluctuantes que se repiten, se influencian, se superponen, de disipan. Bien, Mal, Mal-Bien, Mal-Mal, y aun Muy-Mal-Bien. La moral es de hecho tan subjetiva que clama al cielo ¿A qué vienen esas ansias de consenso, de unidad? ¿Pretendemos convertirnos en una especie de hormiguero, todos juntos cavando cada vez más hondo hacia el infierno?

    Los grados son en número de siete, como las Siete Maravillas o los Siete Fantásticos. Siete grados que debemos superar allí dónde convenga ...y con quién convenga. Continúo creyendo que ninguno es superior a los otros. A medida que avanzamos perdemos ciertas facultades, pero ganamos otras más adaptadas quizá a la falta de vigor y ansiedad. Y seguramente perdemos también esas ansias de reconocimiento tan necesarias a las jóvenes generaciones. O al menos eso espero.

    Mi idea no es repetir sin fin una existencia de deseo y de anhelo en la que todo se vuelve a cuestionar debido a nuestra constante amnesia.

    La vida es una iniciación mistérica que comporta siete grados; los últimos reservados, sin duda, a los optimistas.

    Ficción

      Récit de vie

      Andreu Abuín
      Publicado el 11/06/2007

      En esta monótona tarde de domingo, después de acabar La Possibililté d'une île de Houellebecq, comienzo mi particular récit de vie.

      Hace ya meses que no escribo nada más que mails, y algún texto solicitado aquí y allá con fines burocráticos. Por ello, mi expresión escrita se encuentra oxidada. Supongo que necesitaré varios, muchos posts para recuperar parte de la fluidez que tenía en mi época universitaria.

      Esta tarde de domingo es, como la mayoría en París, grisácea y luminosa. Oigo, no muy lejos, un cuervo que repite su graznido molesto. Coches, motos y otros motores puntúan cada suspiro. En mi apartamento todo se hunde lentatamente: el sofá, la mesa, yo mismo. Todo espera pacientemente la llegada de un lunes atípico en el que me entrevistaré con la administración americana para ver si me dan, de una vez, un visado para Nueva York.

      Mi récit de vie comienza así, en este mismo instante, en este mismo día que es el último que conozco.

      Ficción
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