Ana, Jorge y Salva huyen de Barcelona. Pretenden atravesar la península y esconderse en un pueblo de Portugal. Sin embargo, llegados a Aragón, derrapan frente a una furgoneta y se despeñan por la ladera de la carretera. Ellos salen ilesos, pero el coche queda destrozado.
El conductor del otro vehículo les ofrece pasar la noche en su casa. Al despertar, Ana es la primera en darse cuenta que el tipo ha desaparecido. Los tres chicos se encuentran aislados en una aldea abandonada del desierto de los Monegros.
Como en una partida de mus, Ana, Jorge y Salva irán desvelando sus cartas, sus miedos y sus deseos, mientras tratan de evitar un pasado que les pisa los talones.
«Son las tantas de la madrugada.
Alguien entra en la casa. Se acerca a la habitación donde dormimos Ana y yo. Su silueta oscura, a contraluz, queda encastrada en el hueco de la puerta. Es como un ogro. Su cuerpo, envuelto en un halo hecho de la luz fría del campingás y el humo de su tabaco, se expande y contrae a cada respiración. Se agarra la entrepierna. Se la aprieta.
Deja escapar un gemido».
—Jorge
Este sitio está producido por Enkidū