Issues rurales

La lucha entre el PP y Ciudadanos en las redes por el voto rural.

Andreu Abuín en Barcelona
Publicado el 20/03/2016
 

Uno de los primeros montajes fotográficos distribuidos en la red el 12 de noviembre, diez días antes del lanzamiento oficial de la campaña contra la propuesta de Ciudadanos
Anónimo

La noticia saltó a los medios semanas antes de las elecciones autonómicas de 2015. Ciudadanos pretendía cargarse a unos 7.000 pueblos de España. Por aquel entonces, el titular era algo más condescendiente. «Fusión fría», lo llamaba asépticamente ​El Mundo1. La medida estaba comprendida dentro del programa marco del partido naranja para la racionalización de las administraciones públicas. No dudaron en crear un bonito gráfico explicativo para la ocasión, apto para el consumo masivo en las redes sociales.

«Fusión de AYUNTAMIENTOS», rezaba la imagen, «para racionalizar el gasto, potenciar la democracia local y mejorar los servicios». Pertenecía a una serie que, junto a otras medidas faro diseñadas por Ciudadanos, se distribuyeron por internet bajo el ​hashtag #SolucionesCs​. En su página internet2, la medida incluía la supresión del Senado y de las diputaciones, propuestas con las que quizá comulguen más electores.

El asunto genera un poco de ruido en las redes. No tanto, de hecho, y no tan negativo. Al contrario, la propuesta es acogida con cierto optimismo. Ya se sabe que los usuarios más asiduos de internet son urbanitas y, por lo visto, éstos no ven del todo mal una iniciativa que entienden como un mal menor, como el ahorro de un gasto superfluo y probablemente desproporcionado. Basta con observar algunas de las ​reacciones en ​Twitter​ desde la fecha del anuncio hasta antes de que el tema se convierta en ​trending topic​ durante la precampaña electoral del 20D.

La medida fue debida y claramente explicada por el partido. Aún estaba a tiempo hacerlo. No había llegado la batalla de las generales y el PP daba cancha a los naranjitos. El partido caía bien entre la derecha en líneas generales. Además, Ciudadanos restaba votos sobre todo al PSOE y entre los simpatizantes de Podemos más interesados por lo nuevo que por lo revolucionario. No tenía mucho sentido atacarles por una propuesta que, salvando las diferencias, ya habían puesto en marcha ellos, en 2013, con la práctica totalidad del arco parlamentario en contra3. En el argumentario popular, aquella ley suya es lo que ha permitido precisamente que los pequeños municipios sobrevivan. En aquel momento, estábamos en plena crisis y las medidas drásticas las aplicaba el PP.

Ciudadanos se explica con claridad meridiana. Se trata de llevar a la práctica una recomendación de un informe del Consejo de Europa de 2012. En dicho documento se calcula que sólo son viables las poblaciones de más de 10.400 vecinos. Pero desde la dirección del partido naranja se sienten generosos y bajan el límite a 5.000. En España, según datos del Instituto Nacional de Estadística, hay 8.117 municipios. De ellos, 6.813 cuentan con menos de 5.000 habitantes. Por lo cual, su desaparición supondría la eliminación del 84% de los consistorios locales. Junto con la supresión de las diputaciones, el partido de Rivera estima que el ahorro podría alcanzar los 10.000 millones de euros.

Antonio Espinosa, secretario de acción política explica del partido, no tarda en matizar que «hay que racionalizar la medida, tener en cuenta la realidad española. Hay provincias donde si se eliminan, prácticamente no habría consistorios. Comunidades como Castilla y León y Castilla-La Mancha no son comparables a, por ejemplo, Cataluña».

Se abre la veda
No es hasta las elecciones generales cuando el PP decide sacar la artillería pesada contra Ciudadanos. Los naranjitos no paran de meter goles desde septiembre, sobretodo a costa del PSOE y Podemos, pero los estrategas populares deciden estar en todos los frentes. Y uno de sus focos prioritarios es la España rural de localidades de menos de 10.000 habitantes. Representan 102 de los 350 escaños en juego. La España menos poblada es también la más envejecida y donde tradicionalmente los populares hacen sus mejores resultados4. El PP busca consolidar su voto, movilizar a los suyos.

La emergencia de los nuevos hace que incluso el tranquilo escenario rural se tambalee. Las encuestas anuncian un porcentaje de indecisos de más del 30%, muchos de los cuales en poblaciones pequeñas. Debido a la distribución de la ley D’Hont y aún teniendo en cuenta que el votante rural es mayoritariamente bipartidista, las ovejas descarriadas pueden orientarse hacia el tercer partido en disputa, por aquel entonces Ciudadanos5.

Y así nace ​#MiPuebloNoSeCierra​, oficialmente el 22 de noviembre. Fernando Martínez-Maíllo, vicesecretario de organización del Partido Popular y presidente del grupo en Zamora, es el encargado de presentar la campaña en su ciudad. Su discurso, retransmitido en directo por internet, no admite contrastes: «Algunos partidos, especialmente los partidos nuevos, plantean la desaparición del medio rural, la desaparición de los ayuntamientos y por lo tanto la desaparición de los pueblos».

El mensaje es sencillo y fácil de entender. Las frases son claras y cortas, repetitivas y directas: «Nosotros queremos reivindicar la supervivencia de los pueblos de nuestro país. Hay quince millones de españoles que viven en municipios pequeños en nuestro país. Quince millones que tienen los mismos derechos que los que viven en ciudades. Cuando se plantea la desaparición de los pueblos, lo que se está es discriminando a esos quince millones de españoles que viven en los pueblos de España. Se les pretende convertir en ciudadanos de segunda división frente a supuestos ciudadanos de primera». Y ante la discriminación de un español por el mero hecho de serlo, ya sea en el campo o en la ciudad, del Ampurdán o de Albacete, allí se encuentra uno de los temas de predilección del Partido Popular: «Nosotros creemos en la igualdad de todos los españoles».

En definitiva, Martínez-Maíllo denuncia la discriminación de la que es objeto su audiencia por partidos como Ciudadanos. La formación de Rivera pretende nada más y nada menos que «acabar con el medio rural», ​ergo ​con sus habitantes. Rafael Hernando, portavoz del grupo popular en el Congreso, será todavía más explícito durante su parlamento en Almería, ya en plena campaña electoral. «Digo que se pega uno ​un tiro en el pie​ votando a Ciudadanos porque hacen propuestas como cerrar los pueblos. ¿Pero qué le ha hecho la gente de estos pueblos? ¿Pero por qué hay que cerrar los pueblos? ¿Por qué? ¿Porque no se les vota?».

Quizá para disimular la negatividad de la campaña que el PP ha diseñado contra Ciudadanos, y transmitir una voluntad constructiva, Martínez-Maíllo también presenta al mismo tiempo el ​«decálogo en defensa de los pequeños municipios españoles»​. Ahí se encuentra buena parte del argumentario que se repetirá en las plazas mayores, en los periódicos locales y en las redes sociales. Dichas consignas prácticamente no han llegado a las grandes ciudades y poco a la prensa nacional, pero han arrasado en el medio rural y movilizado a los ​geekis​ locales en la lucha por la igualdad y la supervivencia de sus consistorios.

El ​hashtag​ ​#MiPuebloNoSeCierra​ es directo, simple y punzante. Reduccionista hasta bordear la falacia. No caben medias tintas. El formato no lo permite. Una vez concebido, hay que martillearlo. Bien es sabido que la repetición de una mentira acaba por convertirla en verdad. Ciudadanos quiere cerrar los pueblos. Echar la gente a la calle. Acabar con la tradición rural tal y como las multinacionales deslocalizan las fábricas dejando a miles de personas sin trabajo, sin posibilidades viables de futuro. Hay que movilizarse contra ellos. Luchar contra los burócratas. Contra Ciudadanos, los de la ciudad, tan ignorantes de la realidad rural como insensibles a la hora de tomar decisiones, desde Madrid o Barcelona, que afectan directamente al sistema de vida tradicional.

La idea parece brillante. Por una parte, a partir de una amenaza más o menos fundada, los estrategas del partido consiguen movilizar no sólo a sus simpatizantes e indecisos, sino también a las fuerzas vivas locales. Al fin y al cabo están en tela de juicio sus propios puestos de trabajo. Éstos son sin duda los aliados más eficaces para multiplicar la indignación de la población. De paso, les proporcionan buenos argumentos para arremeter contra Rivera y currarse la campaña. Y les dan motivos para que éstos inciten a que la población exprese por todos los medios a su alcance su rechazo a Ciudadanos y su adhesión al Partido Popular. Pero además, para dar color e impulso, para dar tono al asunto, no faltarán rostros más conocidos como el propio Martínez-Maíllo, Rafael Hernando, Luisa Fernanda Rudi Poleñino o Pablo Casado.

La gestación en las redes
Obviamente la campaña no se diseñó de la noche a la mañana. Aun así, los populares encuentran una excusa perfecta para lanzarla en el hecho que Rivera anunciase en ​La Sexta​, el mismo domingo 22 de noviembre, que no tenía la intención de apoyar a la hipotética investidura de Mariano Rajoy8.
Fuentes del partido confirman la nueva narrativa en el discurso popular para atajar el auge de Ciudadanos. Si bien el enemigo sigue siendo el PSOE, la decisión de cambiar de tono hacia Rivera había sido tomada con anterioridad. De poco más que comentarios jocosos y menciones triviales se pasa a intentar hacer «visualizar sus contradicciones» y a magnificarlas.

La campaña en internet empezó de hecho diez días antes del lanzamiento oficial. Alfonso García Vicente, uno de los coordinadores de las redes sociales populares, explica que han reciclado una iniciativa ciudadana que ya existía en la red: «Al principio de la campaña [electoral] hubo un movimiento dentro de la red por parte de una serie de personas. Llegó a convertirse en una explosión dentro de la red al grito de “mi pueblo no se cierra”. Al final, nosotros, escuchando a la red e interactuando con toda esa comunidad, lo hemos convertido en uno de los lemas de nuestra propia campaña, e incluso en una iniciativa que ha saltado de las redes ya no sólo a televisión sino al propio territorio».

Una simple búsqueda en ​Twitter​ o en ​Facebook​, permite relativizar las palabras de García Vicente. Tanto ​#MiPuebloNoSeCierra​, como la expresión «​ mi pueblo no se cierra»​ no existen en ​Twitter​ hasta el día 12 de noviembre. Ni un solo ​tuit​ al respecto. Ese mismo día, sin embargo, el ​hashtag ​se convierte en ​trending topic​ en España​. También estalla el concepto en ​Facebook​ e incluso en ​Instagram​ se distribuyen algunas imágenes del supuesto movimiento espontáneo y ciudadano.

La práctica totalidad de los mensajes compartidos el día 12 proceden de cuentas locales y usuarios asociados claramente al partido azul, así como de cargos electos. Los montajes fotográficos surgen de un grupo reducido de usuarios que llegan a compartir decenas de comentarios al respecto ese mismo día, muchos de los cuales son retomados por otros usuarios alarmados por la fatalidad del mensaje.

Resulta más flagrante aún la distribución de contenidos multimedia, ya que los cinco únicos montajes videográficos de la campaña proceden de un mismo canal de ​Youtube​ llamado Trending Politics​, fuente también de numerosos mensajes en ​Twitter​. ​Trending Politics cuelga dos el día 11 de noviembre y tres más el 1210. Se trata de vídeos muy cortos, de entre seis y 30 segundos, y muy focalizados en desacreditar a Ciudadanos. A modo de anécdota, destacaremos ​Destruccion de los pueblos con menos de 5.000 habitantes Ciudadanos​ (​sic​), homenaje explícito al mítico anuncio ​Daisy Girl, ​paradigma audiovisual de las campañas negativas estadounidenses​.

Si prestamos atención al número de ​whatsapps ​enviados, o de vistas de los vídeos, de retuits​ o de ​likes​ obtenidos en los diferentes canales, podríamos llegar a la conclusión de que la campaña en la red no ha sido del todo exitosa. En realidad, una vez lanzada por el equipo de ​spammers​, fue seguida por una gran cantidad de usuarios anónimos, muchos de los cuales crearon sus propios gráficos y comentarios que expandieron el mensaje en internet.

A la campaña en las redes, debemos añadir los actos presenciales, los artículos en la prensa, las noticias en los medios, y en general la gran cantidad de ruido generado. No perdamos de vista que la campaña se dirige a un público poco asiduo a internet. Cabría un estudio comparativo más profundo, ajeno al objetivo de este artículo, para medir el impacto de la campaña, pero algunos indicadores como el hecho de llegar a ser ​trending topic​ en España​, da algún indicio relativo de su alcance.

A partir de ahí, se abre la veda y los actos se multiplican. Las redes se entretienen. Se busca el ruido. Los candidatos provinciales escriben incendiarios artículos en la prensa local contra las pretensiones de Ciudadanos para acabar con sus pueblos. Las sedes locales lanzan ideas originales alineadas con la campaña. El Partido Popular de Castellón, por ejemplo, organiza un bonito e inocente concurso fotográfico para que los ciudadanos puedan «mostrar su orgullo por los mágicos rincones de la provincia»11. La ideas, si funcionan, son retomadas en otras localidades.

Todo bien diseñado. Todo bien alineado a esa ​#EspañaEnSerio​ que pretende representar el Partido Popular. Una España eficiente, pero razonable. Una España que no se olvida nunca de ningún español de verdad, esté donde esté, sobretodo si tiene pensado votarles.

El tiro en el pie
Los resultados electorales son, como suele suceder en márketing político, la mejor herramienta para medir la efectividad de las campañas, aunque sospechemos que su incidencia pueda no ser más que colateral. Lo que es cierto es que el PP consiguió mantenerse en las poblaciones rurales mejor de lo que las encuestas anunciaban12. El promedio de voto a los partidos tradicionales en la España rural fue del 62%. Los populares obtuvieron la victoria en trece de las diecisiete comunidades autónomas, 39 de las 52 provincias y en 5.041 de los 8.123 municipios del país.

Al contrario, las expectativas de los naranjitos se vieron claramente frustradas. Pasaron de ser la segunda fuerza política en intención de voto en los momentos de mayor subidón, a despertarse el día 21 de diciembre siendo los cuartos.

Sin entrar a valorar la incidencia real de los ataques del PP en contra de Ciudadanos, cabría preguntarse si no hubiera sido más oportuno reservarlos a otras formaciones políticas. Era de dominio público que los populares no renovarían una mayoría que les permitiese gobernar. Tampoco parecía sensato reanudar viejos acuerdos con los nacionalistas catalanes ante las tensas relaciones y los tiros cruzados mantenidos durante toda la legislatura. La única opción viable era un pacto con el partido de Rivera si entre ambos llegaban a sumar y aclararse.

Si la estrategia contra Ciudadanos ha funcionado o no, es difícil de decir. Lo que está claro es que antes de armarse de municiones y apretar el gatillo hay que apuntar en la dirección correcta. En este caso, el Partido Popular ha demostrado que, aunque se haya puesto al día en temas de guerrilla de redes, le falta un hervor para entender el nuevo escenario político español. La experiencia es a veces un fardo pesado.

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