La gran evasión

Andreu Abuín
Publicado el 24/08/2009

No recuerdo la hora, ni siquiera podría decir si era por la mañana o ya la tarde; más bien por la tarde, quizá.

En un primer momento estuve tirado en un sofá, o en un colchón sobre el suelo, como a la romana.

Observaba a Parisa, medio aburrido, que con su sonrisa habitual decía incrédula –It's like a cake! I am in a cake, right?

Unos instantes más tardes ¡pum!, ¡zas! nada, vacío abismal. Bien, puede ser que ocurriese algo, pero no lo recuerdo en absoluto, cero, niet, caput.

Poco a poco empecé a ver, o mejor a entrever.

Aparecieron ante mi dos entidades femeninas –creo yo– que avanzaban como dos ruedas a través de la eternidad. Dos presencias femeninas que en su recorrido insondable, me arrastraban a una velocidad de vértigo a la que me costó adaptarme antes de empezar a comprender algo de lo que me rodeaba; qué estaba ocurriendo.

Las dos guías, una supuestamente mayor que la otra, quizá su madre, ejecutaban su misión con una eficacia pasmosa, sin la más mínima duda, sin un atisbo de compasión. A pesar de no tener forma humana, a pesar de no tener ninguna forma que pueda describir con nuestro lenguaje, ni mucho menos con las escasas tres dimensiones, las ruedas parecían sonreír o esa impresión tuve, mientras avanzaban sin fin por ese intersticio del devenir.

Aunque sea prácticamente imposible de explicar, debo decir que las dos formaban a su vez parte de una inmensa noria que se situaba por encima de todo lo conocido y lo que aquí aun queda por conocer. Todo este mecanismo parecía abrir en canal la realidad por la cual, minutos antes, habría podido llegar a poner mi brazo en el fuego, aunque no por mucho tiempo.

Finalmente, volví aquí. Todavía ahora, no estoy muy seguro de que mi pasado fuese éste desde el que escribo. Podría haber vuelto quizá a Marte, o a Plutón, o quizá a Mercurio como una piedra aplastada bajo toneladas de materia inerte a la espera de. Mi realidad no hubiera sido más ni menos falsa ni mi pasado menos certero. Todavía me pregunto si éste es realmente mi sitio o sólo el fruto del azar del momento, o de la voluntad de esas dos mujeres que me dejaron aquí como hubieran podido avandonarme en cualquier otra galaxia, en cualquier otro sistema.

Todavía, días después, sigo preguntándome cómo es posible que ese mundo secreto y desconocido me sea tan y tan familiar.

Ficción

Este sitio está producido por Enkidū