Fénix

Andreu Abuín
Publicado el 17/05/2011
 

Birds
Geoffrey Knott

Te han visto caer en el abismo
Te han visto salir de ahí

Te han visto salir de los infiernos
Te han visto volver a entrar


Te han visto arrastrar entre cristales
Te han visto cambiar de piel

Te han visto reír con unas hienas
Te han visto llorar después


Te han visto volar por el averno
Te han visto caer también

Te han visto reptar con las serpientes
Te han visto volverte a alzar


Te han visto salir de ahí
Te han visto volver a entrar

Te han visto cambiar de piel
Te han visto llorar después

Te han visto caer también
Te han visto volverte a alzar

Ficción
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Motivos

Andreu Abuín
Publicado el 2/02/2011
 

Los motivos se repiten una y otra vez.
Todo se me antoja como la repetición infinita de pocos motivos.

Como si de fotogramas de un corto se tratase, las mismas imágenes, los mismos recuerdos, las mismas impresiones, una y otra vez, quizá separadas por el poco tiempo necesario para conseguir la ilusión de novedad, una y otra vez, aunque sólo sea por unos instantes que pueden resultar años.

Y no creo equivocarme al afirmar, una y otra vez, que todo se me antoja como la repetición, una y otra vez, de muy pocos motivos.

Motivos que, una y otra vez, vuelven, una y otra vez, sin cesar, una y otra vez.

Ficción
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Buenos días dos mil once

Andreu Abuín
Publicado el 31/01/2011

La niebla invadió el espacio en pocos segundos.
No podía ver más allá de mis narices, literalmente.

Dejé de sentir el calor del sol sobre mi piel.
Dejé de oír el jaleo de los niños columpiándose; esos sonidos siempre huecos, siempre lejanos.

Todo lo que sentía entonces era un blanco roto y espeso, y una humedad tibia que me calaba los huesos.

En poco tiempo, la niebla me invadió por completo.
Ya no existía una diferencia concreta entre el espacio y yo mismo.
De hecho, mi cuerpo se había desvanecido.
Ya ni siquiera sentía la atracción de la tierra y aunque creía seguir en movimiento, ya no podía afirmar con a dónde me dirigía.
Hacia adelante, hacia atrás, hacia el abismo...

Fue entonces cuando fui consciente de que yo era todo el espacio.

Todo era yo, aunque lo único que existiera fuera un blanco, ahora impoluto, omnipresente, crudo.

Ficción
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¡Despertad!

Andreu Abuín
Publicado el 30/01/2011

Bajé a la calle casi por inercia.
Pasaban de las dos y no había nadie.
Avancé entre cubos de basura, coches mal aparcados, algún gato.

Me metí por una calle sin asfaltar.
Había llovido el día anterior y podía sentir el barro entre los dedos de mis pies descalzos.

La calle se iba haciendo cada vez más estrecha a medida que avanzaba.
Los edificios se iban amontonando los unos sobre los otros.

Creí ver a uno simétricamente invertido sobre mi cabeza en un momento dado.
No, mi cabeza estaba dentro del edificio.

Llegué al final.
El barro me llegaba hasta las rodillas.

Delante de mí, bloques de pisos y naves industriales formaban un marco hacía el exterior.
Con dificultad me apoyé en lo que parecía un viejo portal y salté al otro lado.

Un grupo de mujeres desnudas pretendían hablar animadamente entre ellas.
Estaban sentadas en círculo y miraban alternativamente a la de su izquierda y luego a la de su derecha.

Movían las manos hacía fuera como para reforzar el mensaje de sus palabras, que no se oían.
Rápidamente sus gestos se volvieron rutinarios y predecibles.
Repetían sin cesar los mismos ademanes.

Me acerqué.
No se inmutaron.

Me metí dentro del círculo y de repente apareció una cabra que se colocó sobre mi torso.
Estaba a dos patas y se sostenía como podía entonces sobre mis hombros.
Su cuerpo peludo golpeaba el mío mientras me olfateaba nerviosamente.

Caí al suelo y fue cuando empezaron los espasmos.
Dejé de sentir al animal y poca cosa más que un sudor frío recorría mi cuerpo que se balanceaba hasta perder el sentido.

Cuando recobré el conocimiento me encontré tumbado en mi cama.
Estaba amaneciendo.

Una inmensa felicidad me acompañaría desde ese momento.

Ficción
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De noche

Andreu Abuín
Publicado el 25/12/2010

Entre las cortinas de niño verás el oscuro vacío que te envuelve.
Bajo la ventana inaccesible de tu despertar más allá noche cerrada.

Ríes ajeno al pasar de los años a pesar de la lona que te recubre cada vez más espesa.
Ríes mientras das vueltas sin parar como un derviche mirando al cielo de hormigón que te espera.

No te sorprendas si un día te despiertas desnudo flotando en medio de la nada.
No me extrañaría que te quedases allí tendido por lo que quedase de la eternidad entre tus idas y venidas hacía ninguna parte.

Ficción

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